“No conozco a ninguna empresa que haya quebrado por invertir en derechos humanos; y algunas que sí por no hacerlo” (John G. Ruggie)
Nadie duda del papel que desempeñan las empresas como generadoras de crecimiento económico pero, además, las empresas pueden tener un decidido impacto en el desarrollo de los derechos humanos, y lo pueden hacer en el ámbito de sus trabajadores, de sus clientes, de las poblaciones aledañas a sus sedes y de los mercados globales. Ese impacto, que puede ser positivo o negativo –y que se ha potenciado en un sentido o en otro con la globalización– dependerá de sus prácticas laborales, ambientales o comerciales, y de las de sus cadenas de valor.